Un verdadero compromiso

No quiero ser alarmista, pero me atrevo a decir que hay una crisis ética en el mundo. El periodismo, por supuesto, no se escapa de este problema. Lo veo casi a diario, en mi ejercicio profesional, en mis clases con estudiantes universitarios, en el reporteo.

¿Cómo hacer un mejor periodismo? Es una pregunta que me ronda constantemente. No es fácil, porque tenemos que interpretar hechos, aplicar la hermenéutica, confiar –a veces ciegamente– en el testimonio de un tercero o de una fuente que parece confiable y fidedigna. El periodismo de excelencia toma tiempo. Esa es una premisa que siempre recalco. Una obra de arte que no se consigue en una tarde. A los renacentistas, por ejemplo, les tomó más de un año conseguir frescos inspiradores, de belleza sempiterna.

Entiendo que la contingencia nos empuje en esta vorágine informativa y que además sea nuestro deber informar segundo a segundo lo que ocurre en el planeta. Eso no está en discusión. Es nuestro deber satisfacer el derecho a la información. No obstante, hay que tomar ciertos resguardos.

Los periodistas necesitamos una formación ética sólida. Tenemos que forjar buenos principios, valores indestructibles, que no declinen ante la primera tentación. Para eso, hay que comprometerse de por vida con esta carrera. Hay que hacer un juramento con esa verdad que buscamos. No podemos permitirnos el engaño, las falsas interpretaciones, el plagio, la búsqueda del reconocimiento personal por sobre el rol social.

Asimismo, creo que no estaría mal, al contrario, sería buena idea que los colegios o agrupaciones de periodistas del mundo comiencen a regular el comportamiento ético de sus profesionales. Es decir, que exista una especie de registro de aquellos periodistas que falten a la ética, que omiten la información a sabiendas, que difunden falsedades, que no son rigurosos con la verdad, que la dejan a medias, incompleta, incluso a propósito. El trabajo periodístico es uno de los más expuestos. Por tanto, debe ejercerse con mucha responsabilidad. Esto nos permitirá detectar cuáles son nuestras principales fallas o vicios en el ejercicio y nos alienta, por cierto, a hacer un mejor trabajo.

 

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