Descifrando mitos en Inglaterra

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Las calles están envueltas de un misterio que no logro descifrar. La oscuridad permanente y el frío que penetra los huesos son la primera bienvenida. Luego comienzo a conocer más del país y de su gente. Resulta interesante. ¿Por qué no darle una oportunidad a un imperio que en el pasado tuvo cientos de colonias por el mundo?

Está bien. Respiro y traigo aire gélido. Vamos, ¡que estoy Inglaterra!, el país elegante, con gente muy diplomática y que bebe té todos los días a las 6 PM. Aunque honestamente en Inglaterra derribo algunos mitos, porque las culturas están cercadas de clichés. Los alemanes son responsables; los chilenos flojos; los italianos hablan demasiado fuerte; los rusos están siempre enojados y los británicos destilan elegancia con sus abrigos de paño y dientes amarillos.

Un NO tajante a estos últimos enunciados. En este viaje me percato de lo evidente. A veces nos alejamos de lo obvio y asumimos esos preceptos viejos que en el fondo de nuestros corazones sabemos que no son verdad. Nos mentimos y les mentimos a los otros. El mundo funciona de esa forma, supongo. Los arquetipos refuerzan las estructuras, las solidifican.

Los países son relativos, porque las personas lo son. Somos heterogéneos, pero es más fácil hablar de generalidades. Si describimos en plural nos ahorramos tiempo, reflexión. En Inglaterra descubro una nación un tanto tristona, que se aísla todos los días, a eso de las 16 horas. Un país un tanto adormilado, que por condiciones climáticas no ve más de 7 horas de luz.

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